- Mi madre debería estar muerta, y sigue viva.
- Si tu madre sigue viva, es porque debe estarlo
- Esa son palabras sabias. No sé cómo, pero se ha salvado.
- ¿Salvado? Hombre, por favor, ¿salvado de qué?
- De la Muerte pues.
- De la Muerte, de la Muerte… De la Muerte de tu madre el que se ha salvado eres tú. ¿Hasta qué punto llega el egoísmo, hasta qué parajes del inconsciente se entromete?
- Jamás le deseé la Muerte a mi madre.
- Jamás nadie le ha deseado la Muerte a un ser querido, eso claro está. Pero aquí, de lo único que podemos salvarnos es de la vida. Jamás lo comprenderá. ¿Y quién nos salvará de ella? Pues la Muerte. No entrará en su mente después de haber estado al borde de la “temible” Muerte, ¿debo seguir?. Escucha una cosa: cualquier hombre sensato entenderá la Muerte como su única salvadora en cuando entienda la Vida como un largo y tortuoso sendero que nuestros padres nos han obligado a caminar.
- La Vida es algo natural que precede a la Muerte y que no hay que enfrentar, sino aceptar, como el mejor de los regalos.
- Filosofía barata, egoísta empedernido. Estás equivocado. La Vida es producto del egoísmo de quienes nos han engendrado. Dime ahora, ¿qué ser que guarde en su corazón egoísmo hace tan preciados regalos?. Su ignorancia está determinada meramente por sus sentimientos, enemigos totales del razonamiento que nos lleva a la verdad.
- El egoísmo no reside en los corazones de nuestros padres. Reside en sus corazones el deseo de regocijo por tener un cuerpo que de ellos se ha creado, el deseo de brindar amor y ternura, y reside en ellos la necesidad de procrear que está intrínseca en la naturaleza del hombre y la mujer. Y por esto, es que es contra natura el desear la Muerte.
- Reconoce él mismo su mentira. Tú lo has dicho: el deseo de regocijo es algo personal que no mira más allá de su propio deseo de bien; el brindar amor y ternura es consecuencia de éste deseo, pero nunca el fin; es tan natural la necesidad de procrearse como la necesidad de competencia y el egoísmo.
Jamás lo entenderá, ya ha fallado. Por último, no deseo la Muerte. Sólo la espero montado en este caballo que llamamos destino y escoltado por lo ya vivido.
- ¿Por qué esperas a tu muerte? ¿No has tenido un sinfín de buenas vivencias? ¿No basta ya con el amor de tu esposa, con el éxito en tu profesión, con el estar haciendo lo que quisiste siempre hacer?
- ¡Ay, pero qué trivialidad! Lo que me hablas son meras consecuencias de ese deseo de mis padres. Casualidades que, con una suerte que me ha sido otorgada, han hecho más soportable, y finalmente más “caminable”, este sendero que hasta el día de hoy me toca recorrer. Nombra el amor de mi esposa y mi éxito como si fueran mis grandes hazañas. La única gran hazaña que un hombre puede realizar es encontrar su verdadera Vocación.
- ¿No la has encontrado acaso tú? ¿No eres feliz en tu día a día? ¿No te sientes dichoso de hacer aquello que más te da satisfacción?
- Qué concepto errado de Vocación… Soy feliz, más no he alcanzado la Plenitud. La felicidad abunda en el corazón del inestable, del que no ha hallado su verdadera Vocación, que sólo se halla en el encuentro con Dios.
- ¿No te parece injusto el no agradecer a tus progenitores por concederte esta Vida que tantas buenas oportunidades te ha dado?
- ¿Agradecerles a seres de mi misma estirpe?. No tengo nada que agradecerles a humanos simplones. No tengo nada que agradecerme ni a mí mismo. ¿Cómo explicarle que nada de esto está en manos nuestras?. Cualquier intento de cualquier acción, será decidido finalmente por nuestro titiritero. Por más que yo haga o deshaga, será el quien dé la última palabra. Ojalá me convenciera yo mismo de todo este asunto. Qué deshonestidad más grande para conmigo mismo.
- El único egoísta y el más grande de todos has demostrado ser tú después de esta intransigente conversación.
- Sigue sin entender ni un gramo de lo que digo. Egoísmo, por parte mía, sería desearle la Vida a un hombre o mujer que de mí descienda. Pero no. No le deseo la Vida a nadie, ni le deseo la Muerte a nadie. ¿Me salvará de esta interlocución la Muerte?. Ya ves, no le deseo ni el castigo ni la redención a absolutamente nadie, sólo espero la mía propia. Y esto tampoco debiera ser. Por otra parte, cualquiera de estos deseos sería inmiscuirse en las decisiones de nuestro dueño. Y esto es equivalente a la oración. Orar, orar, que práctica más inútil. Eso de pedir y pedir, sin saber que, por piedad, el juez no cambiará su veredicto. Cadenas de oración, que invención más extraña y desleal. Sea uno el que ore, sean cien los que oren, nunca llegarán ni a una milésima del poder decisivo de nuestro creador.
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4 comentarios:
wow niña.......sigues sorprendiendome cada vez mas............hola amanda, hola amanda, hola amanda, hola amanda, hola amanda.
orar,
si somos un bullicioso parlante aullando en una casa vacía.
La Tierra completa es un barco de locos gritoneando en el vacío infinito.
orar?
si...lindo.
saludos miranda!!
saludos.
me ganó Shrödinger...
Debate intransigente. Sabias palabras. Nueva forma de plantearlo. Me gusta...sobre todo la conclusión. Exacta.
Es genial esa combinación en ti: pasión extrema-raciocinio extremo.
Te seguiré....Amanda?...Miranda?
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